Paseo tranquilo por el Puerto de Cambrils, allí el olor a mar me embriaga, me despierta, me hace sentir vivo. Los rayos de sol que se filtran entre los pinos me empujan a seguir deambulando sin destino ni prisa.

 

De repente me encuentro ante unes ruinas romanas, sí, yo tampoco imaginaba que mi paseo por este pueblo pesquero de la Costa Daurada, me llevara ante un yacimiento abierto al público en medio de una maravillosa zona verde. Sin pensarlo he pasado de observar a los pescadores a admirar unes piedras romanas del siglo VI dC aproximadamente.

 

Justo al lado de este curioso parque y tocando a la arena de la playa de la Llossa me fijo en un Restaurante que destaca por su cuidada decoración. No veo el típico restaurante de paseo marítimo de pueblo de costa, es algo más. Inmediatamente, me transmite buenas vibraciones. No tenia pensado comer aquí, en el Indret de Cambrils, pero me animo a preguntar.

 

Me atiende Pitu, que resulta ser el dueño de este maravilloso local, y me explica un poco su historia. Pitu, aún siendo muy joven, era pescador de la localidad y salía cada día con su propia barca. Un día pensó que su pasión por el mar y por la gastronomía local quería compartirla con los demás. Así surgió L’Indret de Cambrils, un espacio gastronómico singular, con productos de proximidad que tratan de manera sencilla y ofrecen con honestidad. El pescado, como no podía ser de otra manera, de su propia barca y las frutas y verduras del huerto ecológico.

 

Yo a primera vista había observado un espacio creado para compartir la vida y disfrutar comiendo, con una decoración exquisita, un personal joven con un trato de esos que te saca una sonrisa solo sentarte en la mesa. Y sin darme cuenta me encuentro degustando sus maravillosos platos, su increíble propuesta gastronómica elaborada con productos de proximidad o kilometro 0, con una preparación que los respeta, con un punto de innovación, pero sobretodo, con mucho gusto.

 

Pitu me recomienda un vino ecológico de esos de verdad, sin sulfitos, de una pequeña bodega de la zona de unos amigos suyos. No acostumbro a arriesgar, pero de entre todos los caldos de su extensa carta de vinos me decido por este y hago caso al dueño. ¡Qué acierto! La comida, el ambiente, y porque no decirlo, el vino, me transportan a ese lugar al que tantas veces queremos ir pero en el que en pocas ocasiones llegamos. No sé si llamarle felicidad, tranquilidad o serenidad, vayan ustedes a l’Indret Cambrils y pónganle el nombre que deseen a ese instante.

 

Gracias Cambrils, gracias Pitu… Gracias Indret.